La semana pasada hubo en Israel dos crímenes producto del odio y del fanatismo: El incendio intencional de una vivienda en Kafr Duma, pueblo de palestinos, en donde un bebé murió calcinado, y el ataque a puñaladas durante la marcha del “día del orgullo gay” en Jerusalén, a causa del cual murió una adolescente de 16 años.
El autor del crimen en la marcha gay es un judío fanático ultra-ortodoxo, anteriormente condenado a 10 años de prisión por un hecho similar.
Los autores, o el autor, del incendio en Duma son aparentemente judíos religiosos extremistas identificados con “tag mejir” (“etiqueta de precio”, en referencia al precio a cobrarse por el terrorismo palestino), ideología terrorista responsable de varios atentados desde 2008. Esta es la primera vez en que hay un muerto, indicando un agravamiento de la violencia de este grupo.
Los móviles fueron diferentes, los asesinos no están relacionados entre sí, pero los dos hechos están conectados por una ideología extremista que propugna la violencia justificada en principios religiosos judíos.
Hay quienes dirán (de hecho, quienes ya dicen) que a esto conducen las fuentes religiosas judías: a la cerrazón de mente, a la exclusión de quien es diferente, al fanatismo, a la violencia.
Hay quienes dirán (de hecho, quienes ya dicen) que frente a todo esto se avergüenzan de la religión judía y del judaísmo en general.
Veamos la otra parte: la respuesta del pueblo.
Ante la violencia desenfrenada de estos individuos cegados por su furia religiosa, surgen millones (¡literalmente millones!) de judíos que condenan los ataques, que se indignan ante la violación de la sacralidad de la vida, que actúan denunciando y educando para que estos fenómenos no ocurran más. Son millones que escriben, manifiestan, predican, conmovidos y azorados ante hechos que definen claramente como “no judíos”.
La respuesta se dio en todo el mundo. Judíos de todas las corrientes religiosas o laicas. La mayoría de la sociedad israelí y de la dirigencia política israelí, junto con la mayoría de los judíos comprometidos con su judaísmo en todo el mundo. Casi no ha habido sinagoga en el mundo en donde este no haya sido el tema de discusión e indignación, ya sea por la prédica del rabino o por la actitud y comentarios de los fieles.
¡Y no han sido más que dos asesinatos! Suena mal, ya lo sé. Pero objetivamente han sido tan sólo dos asesinatos con móviles extremistas y fanáticos como tantos otros que hay en el mundo cada semana, por centenas o por miles.
Pero para los judíos no se trata de “tan sólo dos”. La violación de una sola vida humana, ya sea amiga o enemiga, ya sea que estemos de acuerdo o en desacuerdo con la víctima, la violación de una sola vida humana es vivida por el judío como un fracaso humano profundo.
Y eso lo aprendimos de nuestras propias fuentes judías: de la Torá, de los Profetas, del Talmud, de los exégetas medievales, de los rabinos filósofos y legisladores de todas las épocas, de todo lo que es la religión y la tradición judías. Sí, esa misma Torá que condena a muerte, nos ha hecho entender que no se debe causar la muerte; ese mismo Talmud que enumera los tipos de ejecución, llama “asesino” a un tribunal que condena a muerte. La santidad de la vida. Ése es el principio religioso judío.
Las fuentes religiosas judías conducen: a la apertura de mente, a la inclusión de quien es diferente, al respeto por el otro, a la constante búsqueda de la paz.
Hay una minoría judía extremista que no lo entiende. Ellos reducen la gloria de Dios en el Universo.
Hay una mayoría judía permanente, en todos los siglos, en todos los lugares, que lo entiende y lo practica. Somos quienes aumentamos la gloria de Dios en el Universo.
Jamás me avergüenzo de mi judaísmo. En situaciones como ésta, que Dios nos ayude a que no se repitan, en situaciones como ésta mi pueblo reacciona por la vida y yo me avergüenzo aún menos. Es más, agradezco a Dios que me haya hecho nacer en este pueblo.
Yo SI me avergüenzo. No es la proporción la que cuenta (de hecho lo expresas también cuando dices que la violación de una sola vida humana…). También hay millones de musulmanes que condenan su propio extremismo. Lo importante es que también nuestra religión es capaz de producir ese tipo de monstruos. Y eso es triste…
Es cierto, Michel, también el judaísmo puede producir este tipo de monstruos. Es más, este tipo de monstruos no dependen de una religión, sino que usan una idea o una fe, tergiversándola, para justificar su propia crueldad y ceguera.
Cuando veo que la enorme mayoría de los hijos de nuestra cultura, los judíos por nacimiento o por opción, se opone al espíritu destructivo de los asesinos, se rebela ante el fanatismo criminal, creo aún más fuertemente que los principios de respeto de justicia de la Torá siguen siendo esenciales en el Pueblo Judío. Entonces no me avergüenzo, porque sé que lo que aquellos monstruos propugnan no es ni por asomo lo que representa mi Judaísmo. Esto me da la esperanza de que esa destructividad monstruosa será un día erradicada… y me da la fuera para seguir luchando activamente contra el fanatismo y el terrorismo.