Parshat Shoftim – Justamente, hablando de justicia

Share This:

“Justicia, justicia perseguirás”. Esta es una de las primeras mitzvot en nuestra parashá. Una frase corta y poderosa, palabras claras, la cosa es bastante comprensible: todo lo que tienes que hacer es justicia, nunca desistas, debes perseguirla.

Pero ¿es tan claro, realmente?

¿Qué es justicia, de hecho?

¿Y por qué perseguirla y no, simplemente, buscarla? (algunas versiones de la Biblia traducen aquí “seguirás”, pero éste no es el sentido del original hebreo “tridof”, que quiere decir perseguir).

¿Justicia? Digamos que es hacer lo bueno, lo recto, darle a cada uno lo que se merece, actuar con la verdad y por la verdad, y todo esto siguiendo los principios de igualdad.

Todo esto es cierto. Pero ¿acaso lo que es recto para ti, lo es también para mí? Lo que es bueno para mí, ¿lo es también para ti? Y si mereces algo, ¿quizás se lo han quitado a otro? ¿Y qué pasa con la igualdad? ¿Significa que los dos tengamos lo mismo? ¿Y qué pasa si tú trabajaste mucho y yo no hice nada? ¿Y si yo no hice nada porque no podía hacerlo? ¿Y si tú trabajaste, pero no realmente con el ímpetu y la dedicación que podías poner? Y si ambos recibimos lo mismo, ¿eso quiere decir que un tercero también debe recibirlo? ¿O incuso un cuarto? ¿Y si no es posible para todos? Entonces ¿ninguno recibirá de manera igual? ¿Y dónde queda, entonces, lo bueno?

La definición de lo bueno, lo recto, lo que cada uno merece, la verdad y la igualdad es diferente para cada persona. Y si decimos que la definición es general y no individual, entonces el individuo sentirá que no es real justicia. Será, quizás, una justicia forzada, pero no una justicia justa.

Es muy difícil arribar a la justicia.

Un claro ejemplo de esto es el “Juicio de Salomón”, en el que dos mujeres consideran que un bebé les pertenece a cada una de ellas. El Rey decide dividir al niño en dos para darle una mitad a cada mujer. Una de ellas le implora al Rey que no mate a la criatura y renuncia a su derecho en beneficio del otro. La otra mujer dice: “No será ni mío, ni tuyo: ¡divididlo!” El Rey Salomón declara, finalmente, que la mujer misericordiosa que no quería que maten al niño, es la verdadera madre y le entregó al bebé (ver Reyes I 3:23-27)

¿Dónde está aquí la justicia? Una mujer considera que dividir en partes iguales es justicia: todos pierden, pero hay igualdad. La otra mujer considera que la justicia es renunciar a sus derechos a favor de la vida del bebé: le hace bien a otro, pero ella no recibe ningún bien. El Rey considera que la justicia es entregarle a quien renunció: no hay igualdad, pero es lo correcto.

A nosotros nos es totalmente claro que se ha hecho justicia en este caso. Pero la otra mujer, sin embargo, considera que se le hizo una gran injusticia, ya que ella estaba dispuesta a renunciar al bebé, a condición de que la otra también renuncie (se podría haber dado al niño en adopción en lugar de matarlo, por ejemplo).

Esta justicia, entonces, no es perfecta. Es buena, pero no es ni perfecta ni completa.

No hay posibilidad de arribar a una justicia completa. Aún bajo la hipótesis de que sí pudiéramos arribar a ella, no dudaría. Resolvería un problema, pero rápidamente surgiría otra injusticia en otra área, en otro lugar, en otra situación.

¿Debemos desistir, entonces, y suspender nuestros esfuerzos de llegar a la justicia?

Dios nos ordena la mitzvá que dice: “¡Perseguirás!” Has de perseguir la justicia pues ella se te evade, porque ella nunca se queda contigo. En el momento en que la encuentras, se te escapa y debes recomenzar su búsqueda. ¡Persíguela! ¡Nunca desistas!

La justicia debe ser un ideal en tu sociedad. La permanente búsqueda de ella, esta persecución, este no satisfacerse con haberla encontrado una vez, este no detenerse declarando “Yo ya hice justicia, yo ya hice lo que tenía que hacer”, esto es lo que te permite vivir y heredar la tierra: “Justicia, justicia perseguirás para que vivías y heredes la tierra que el Señor, tu Dios, te entrega” (Deut. 16:20).

No hay ninguna sociedad que sea justa. Hay sociedades que tienden a la justica y que permanentemente se verifican a sí mismas para arribar nuevamente a la justicia que se le escapó.

Una sociedad que se define a sí misma como justa no es más que pretenciosa y, en ese mismo momento, se transforma en injusta. Una sociedad que considera que sólo ella sabe hacer justicia y que acusa a otra sociedad de injusta, no hace más que alejarse del bien, de lo recto y de lo correcto.

Continuemos descubriendo la justicia a cada instante, ya que aunque “no está en tus manos terminar la tarea, tampoco eres libre de desistir de hacerla” (Pirké Avot 2:16)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *