¿Quién era la mujer de Noé? La Torá no menciona su nombre, si bien es una de las silenciosas heroínas de esta historia, junto a las mujeres de sus hijos.
Cuando la Torá menciona el nombre de alguien, es porque la persona cumple una función sustancial ya sea en esa historia, o en algún otro lugar de la Torá. Los otros, que no tienen un rol central o sobre los que no hay nada especial que aprender, permanecen en el anonimato. Así lo vemos con respecto a los muchos hijos e hijas de las primeras generaciones: “Tuvo hijos e hijas” dice la repetitiva frase que resume la lista de generaciones del Génesis. Son hijos e hijas anónimos porque sus historias, si bien pueden ser importantes, no son sustanciales en lo que hace al mensaje que quiere enseñar la Torá.
Sobre Iaakov también está escrito que tuvo otras hijas además de Diná; pero son anónimas: “Todo sus hijos y todas sus hijas vinieron a consolarlo” (Gen. 37:35); hay quienes dicen que “hijas” se refiere a nueras, mientras que otros dicen que son concretamente sus hijas.
En la mayoría de los casos, aquél cuyo nombre no es mencionado permanece anónimo en toda la Torá. Sin embargo, hay algunos casos en los que nuestros Sabios decidieron llenar el vacío. Por ejemplo, el servidor de Abraham que fue a buscar esposa para Itzjak, es sólo llamado en la Torá “el servidor de Abraham”. Muchos midrashim dicen que es Eliezer, el damasceno, el encargado de la casa de Abraham. Otro ejemplo es el de la hija del Faraón, a quien muchos midrashim identifican como “Bitiá, la hija del Faraón”, la esposa de Mered que aparece en I Crónicas 4:18.
La lógica de estos dos ejemplos es bastante comprensible: los dos personajes jugaron un rol central en la historia del pueblo judío, a pesar de que la Torá no mencione sus nombres.
Hay, sin embargo, un caso de identificación que es bastante sorprendente: la mujer de Noé. Su nombre no es mencionado en la Torá, ni tampoco jugó un rol sustancial (importante, sí; pero no necesariamente sustancial). Pese a que no era crucial identificarla, nuestros Sabios decidieron vincularla con otro personaje: Naamá, la hermana de Tubal-Cain. “Rabí Aba bar Kahana dijo: Naamá era la mujer de Noé… pero los Sabios dijeron: era otra Naamá” (Bereshit Rabá 23:3).
Naamá era la hija de Lemek, un descendiente de Caín. ¿Por qué es que Rabí Aba bar Kahana considera que la simiente de Caín debe de haber sobrevivido el Diluvio? No hay nada en la Torá que lo indique: ¿la esposa de Noé es Naamá, la hija de Lemek, descendiente de Caín? Esto significa que la humanidad se desarrolló no sólo a partir de Set, el tercer hijo de Adán y un antepasado de Noé, ¡sino que también a partir de Caín! Hubiera sido mucho más simple seguir el sentido llano del texto, dejando a la esposa de Noé en el anonimato. ¿Por qué embrollar todo? ¿Por qué enraizar a la humanidad en la simiente de Caín el malvado?
Quizás la alusión aquí sea que Caín no era malvado. Pecó, sí. Cometió una gravísima transgresión, sí. Pero quizás también cambió su actitud, trato de reparar lo que podía ser reparado, trató de construir en lugar de perpetuar la destrucción. No debemos olvidar la rehabilitación que emprendió Caín: Dios lo expulsó a una tierra de nomadismo: “trashumante y nómada serás en la tierra… y él se asentó en la tierra de Nod [nomadismo]” (Gen 4:12-16). Y es en esta tierra de trashumancia en donde Caín construye una ciudad; se establece y construye en un lugar en donde parecería imposible lograrlo (id. vers. 17). No sólo construye, sino que también pone a la ciudad el nombre de su hijo: Janoj, un nombre relacionado con establecerse, fundar, progresar y enseñar.
Caín no perpetúa la extinción: ha hecho algo terrible al matar a su hermano; pero busca la rehabilitación y la restauración. Caín no repite el mal: ante la destrucción él y sus descendientes proponen la construcción, la restauración y la continuidad. Sus descendientes Iaval, Iuval y Tubal-Caín fueron quienes desarrollaron la civilización: la música, el asentamiento, el ganado, la metalurgia, la agricultura. Los hijos reparan lo que había hecho si padre Lemek: él mató y se jactó de haberlo hecho, mientras que sus hijos responden construyendo y progresando.
¿Y Naamá? Sólo es mencionada como la hermana de Tubal-Caín. Pero si se alude a su nombre, esto quiere decir que sus acciones son sustanciales… ¡pero no se las menciona!
El vínculo entre Naamá y la esposa de Noé viene a enseñarnos, quizás, la función crucial que tuvo en continuar la construcción a pesar de la extinción. Ella hace todos los esfuerzos, junto con Noé, por continuar la vida a pesar del Diluvio y de la corrupción humana. Es la que silenciosamente mantiene la esperanza de la construcción a pesar de la maldad, la crueldad y la corrupción de otros humanos. Ella es la que no se rinde a la pulsión de destrucción y lucha contra la inclinación al mal para traer luz dentro de la oscuridad. Ella representa, como descendiente de Caín, la tendencia positiva de los humanos de arrepentirse, corregir lo pervertido, luchar contra las inclinaciones destructivas y lograr la restauración.
¿Por qué se llamaba Naamá? El midrash continúa: “porque sus hechos eran placenteros [naim]”