Más allá del arcoíris – Parshat Va-ierá

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Una tragedia que cambia totalmente la vida no es algo común, gracias a Dios. Sin embargo puede suceder, Dios nos libre.

Antes de que la calamidad golpee, se puede tratar de cambiar algo para evitarla. Pero cuando el desastre se ha desencadenado nada podrá cambiarlo ya: “Rav Iosef dice: una vez que se le ha otorgado la anuencia al ángel de la destrucción, éste ya no distingue entre justo y malvado” (TB Baba Kama 60a).

Pese a ello muchas veces vemos cuán difícil es para alguien abandonar el lugar en donde se desarrolla la tragedia, quizás porque pretende aún cambiar lo inmodificable, quizás porque espera que sus virtudes generen un milagro, quizás lamenta la pérdida de su inversión material o espiritual. Aún cuando todo ya ha terminado hay quienes quedan fijados en el lugar psicológico del desastre y se torturan en pensamientos: “¿quizás es algo que he hecho?, ¿quizás podría haber hecho algo diferente?, ¿quizás me lo merezco por confiar demasiado en mi futuro?”. Quienes rodean a la persona, de lejos o de cerca, también buscan un motivo, a veces para consolar y otras, para acusar: “Es lo que eligió y por eso le ha sucedido esto”, “es la voluntad de Dios”, “Dios sabe por qué te lo ha hecho”, “ella siempre tenía el futuro en sus manos y… ¡epa!”

Severo auto-juicio, severo juicio a los otros; remordimiento y acusación.

Job nos enseña, sin embargo, que Dios no gobierna Su mundo según una fórmula fija e inexorable. Hay cosas que pasan sin explicación, no siempre hay un motivo claro, no siempre hay relación entre la persona y lo que le sucede más allá de su propio poder y deseo.

Lot y Sodoma también nos enseñan que ese tipo de acusación no es ni eficaz, ni correcta, ni justa.

Sodoma, Gomorra, Admá y Zeboim fueron destruidas por un cataclismo que Dios produjo pues los habitantes eran extremadamente corruptos, malvados y crueles. Un cuento simple: maldad absoluta y probada trae el castigo divino.

Y entonces encontramos a Lot. ¿Era malvado? No, ya que se preocupa del extranjero necesitado de techo. ¿Era justo? No, pues no duda en ofrecer a sus hijas como presa a la lujuria salvaje de los hombres de Sodoma. Lot tiene un lado bueno y uno malvado. Sin duda ha crecido en un buen hogar, junto a Abraham, y fue influido por una educación de altos valores. Pero también fue influido por el entorno malvado en el que vivía.

Sobrevivió, pero sufrió una tragedia. Ante esto, podemos tender a unir los puntos en busca de una justificación: sus hombres causaron un conflicto con Abraham, él eligió vivir en un lugar en el que “los habitantes eran muy malos y pecadores ante Dios”, ofreció sus hijas como presa sexual a los hombres de Sodoma, se demoró en huir aún cuando los ángeles ya habían anunciado la inminente destrucción. Quizás Lot también habría tenido pensamientos similares tras la tragedia.

Los ángeles le dicen: “¡Huye y ponte a salvo, no mires tras de ti [ajareja, en hebreo]… para no perecer!” (Gen. 19:17). Puedes sobrevivir la tragedia, pero no mires tras de ti para no quedar absorbido por la catástrofe. ¿Acaso mirar las ciudades en destrucción puede causar la muerte de Lot? El rabino Yaakov Lorberbaum nos señala que todo el mundo habrá seguramente visto la catástrofe, ¡mas nada les sucedió! (Najalat Yaakov sobre Gen. 19:17). No se trata de ver las ciudades, sino de no mirar “tras de ti”. El término hebreo para “tras de ti” es “ajareja”, que tiene un doble sentido: tras de ti (lo que tenías, lo que dejaste, lo que has hecho) y posteriormente a ti (lo que vendrá tras de ti, lo que dejarás tras de ti). Los ángeles le dicen a Lot: no trates de encontrar el motivo de la tragedia en algo que has hecho, tampoco te preguntes “¿por qué se ha destruido mi futuro si me he portado bien?”, tampoco te fíes de que tus buenas acciones puedan detener un desastre que ya se desencadenó. No te tortures con lo que ya ha pasado o lo que podría haber pasado. Hay una tragedia y no está conectada directamente a ti, aún cuando es a ti a quien golpea. Ahora sálvate y continúa construyendo tu vida.

¿Y la mujer de Lot? Ella miró tras de él… ¡no de ella! Trató de explicar lo que había pasado adjudicándoselo a Lot, “tras de él” hacia su pasado y hacia su futuro: ¿ha sido algo que él ha hecho?, ¿quizás no hizo lo suficiente?, ¿qué se ha hecho del gran futuro que nos esperaba por él?”

Ella hecha sal en la herida, preserva (como salando) la situación sin dar posibilidad a la continuidad, recubre el campo con sal para que nada crezca. Queda fijada en su propia sal hasta que ella misma se ve transformada en sal.

No busques el motivo ni hacia atrás ni hacia adelante, no juzgues cruelmente ni a ti ni a los demás. Mejora tu conducta, agradece a Dios por poder seguir adelante y ayuda a los demás a construir y progresar.

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