Estas dos parashot cierran la época del desierto. Los últimos preparativos para entrara a la Tierra Prometida, el cierre de lo que quedó pendiente de la estadía en el desierto, las últimas acciones de gobierno de Moisés… todo esto conforma el ambiente general del final del libro de Números.
Aquí termina, de hecho, el proceso de la salida de Egipto. La salida no fue sólo el momento de dejar la tierra de Egipto, sino todo el período durante el cual los israelitas no habían entrado aún en la tierra de Canaán, todo el período de “espera”, todo el trayecto por ese prolongado pasillo del desierto. No era algo de orden físico-geográfico, sino espiritual. Físicamente ya no estaban allí; pero mientras el desierto simbolizara para ellos el “largo brazo” de Egipto, la pertenencia a una vieja realidad de opresión, explotación, dependencia, servidumbre, idolatría, injusticia social, mientras ese espacio los conectara con Egipto, aún estaban en la salida. Ahora, después de cuarenta años de desafíos y cambios drásticos, están preparados para dejar de salir, para entrar a la Tierra Prometida y comenzar una nueva sociedad.
Como parte de ese cierre, la Torá resume en una lista los lugares por los cuales los israelitas deambularon en el desierto.
El versículo que inicia el listado tiene, sin embargo, una formulación extraña y, quizás gracias a ello, plena de sentido.
“Moisés escribió las partidas hacia los viajes de ellos, ordenados por el Señor; estos son sus viajes hacia sus partidas” (Num. 33:2)
Las partidas hacia los viajes… se puede entender. Pero ¿los viajes hacia las partidas? ¿Por qué hay una repetición? ¿Por qué una inversión de conceptos? De todas maneras, hubiéramos esperado que el texto sea “sus viajes hacia sus destinos” o algo que indique la meta, ¿pero un viaje hacia la partida? La Torá nos dice que viajaron hacia un lugar del que saldrían de viaje hacia un lugar del que saldrían de viaje hacia un lugar del que saldrían de viaje… etc.
Eso es lo que les pasó a los israelitas, de hecho. No viajaban hacia un lugar en el que se establecerían, sino que era parte del proceso de la salida de Egipto. Todos los lugares eran lugares de partida y no destinos finales.
El viaje es lo esencial, pues en la travesía aprendemos, cambiamos, crecemos. La meta del viaje, nos dice la Torá, es el punto del cual podamos continuar sin detenernos o quedarnos fijados. Sobre este versículo dice Rabi Iehudá Arié Leib Alter, el Guerer Rebbe de la segunda mitad del siglo XIX: “Pues el Ser Humano es llamado ‘caminante’ y debe siempre ir de una etapa a otra (Sefat Emet Bemidbar, Masaé [5645]).
Quien propugna la detención y la fijación es como quien no está totalmente listo para salir de Egipto y prefiere quedarse en el desierto, aunque use como excusa que allí está más cerca del Monte Sinaí.
“En cada generación la persona debe verse a sí misma como si ella misma hubiera salido de Egipto”. De esa forma sus viajes serán hacia sus partidas, para que sus partidas le permitan continuar con sus viajes.