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Parshat Va-Ishlaj

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Llegamos a lo de tu hermano Esav y él también viene hacia ti junto con cuatrocientos hombres” (Génesis 32:7 (6) )

¿Qué transmitieron, de hecho, los enviados de Iaakov? Una conocida interpretación dice que Esav iba en pie de guerra: “Llegamos a lo de tu hermano, pero él se comporta como Esav, quien te odia” (Bereshit Raba, Pseudo-Ionatán, Rashi, Radak). Otros consideran que el informe se limitó a los hechos mismos: “Él viene a verte al igual que tú vas a verlo a él” (Ibn Ezra, Najmánides). Otros exégetas ven aquí la alegría del rencuentro: “Esav llega con un gran cortejo para recibir a su hermano con alegría y fanfarria” (Rashbam, Jizkuni).

¿Cómo se ha de transmitir una noticia? ¿Cómo se le da a alguien el mensaje de un tercero?

Si bien no hay una sola manera, no hay un método único, existen tres características básicas que deben ponerse en juego: visión objetiva, empatía y control de la sensibilidad emocional.

Visión objetiva: basarse en hechos, sin agregar u omitir datos.

Empatía: intentar comprender lo que siente quien recibe la noticia, sin comprometerse afectivamente. Los afectos y las emociones pueden llevarnos a no comprender los sentimientos de nuestro prójimo y a ocuparnos, más bien, de nuestros propios sentimientos, reaccionando sólo según ellos.

Control de la sensibilidad emocional: comprender los procesos afectivos por los que pasamos para evitar la intromisión de nuestros sentimientos. Nuestros sentimientos pueden llevarnos ya a reaccionar de manera fría y distante (pues la noticia nos resulta insoportable), ya a la sobreexcitación, o bien a decidir no revelar información que nos resulta dura (consideramos que revelarla sería una crueldad para con el oyente). En otras palabras, nuestros sentimientos nos impiden comprender los sentimientos del otro, encandilan nuestro espíritu y pueden llevarnos a reaccionar de manera paternalista (“mis sentimientos saben mejor lo que él o ella necesitan”). Por otro lado, no debemos ni anular ni neutralizar nuestros sentimientos, ya que el desafío aquí es controlarlos.

Estas tres características deben conjugarse al transmitir una noticia, ya sea buena o mala. Si ponemos en acción tan sólo una de ellas, corremos el riesgo de transmitir un mensaje incorrecto, inapropiado y cuyas consecuencias pueden ser desastrosas; aún teniendo la mejor de las intenciones… como los envidos de Iaakov.

Ellos fallaron en dos de las tres características. Fueron objetivos en su informe, pero no fueron empáticos, ni midieron el alcance de sus sentimientos. Describieron hechos sin tomar en cuenta la situación de Iaakov, su difícil relación con Esav, sus miedos, la amenaza de muerte por la que tuvo que huir del lugar al cual está regresando ahora. Quizás sintieron que sería mejor que Iaakov no regresara a su tierra. Quizás estaban llenos de inquina contra Esav. Quizás intentaron no influir sobre Iaakov y sólo se limitaron a algo objetivo. Sea como fuere, no pusieron en juego una sensibilidad emocional acorde a la situación de Iaakov.

Sólo transmitieron hechos desprovistos de contexto. Una hiperobjetividad, que de hecho no fue objetiva, ya que omitió el contexto, que forma parte integral de la realidad.

Así, dieron lugar a que los miedos y las sospechas de Iaakov tiñeran la información con gamas de destrucción y perdición. Lo invadió la angustia del ayer, impidiéndole juzgar la realidad actual, realidad que es totalmente diferente.

No es fácil poner en marcha estas tres características para transmitir una noticia. Difíciles en especial son la empatía y el control de la sensibilidad emocional. Empero, renunciar a ellas es equivalente a desentenderse de la enorme responsabilidad de ser emisario.

Parshat Toldot

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Uno de los desafíos que nos propone la parashá “Toldot” es el grado de independencia o de dependencia que desarrollamos en la relación padres-hijos.

La Torá comienza la parashá diciendo: “Estas son las generaciones de Itzjak” [ve-ele toledot Itzjak]. Sin embargo no continúa enumerando los descendientes de Itzjak (como sí lo hace en otros casos similares), sino que vuelve a hablar de la descendencia de Abraham: “Abraham engendró a Itzjak”. Un célebre midrash dice que Dios formó el rostro de Itzjak idéntico al de Abraham para que todos sepan que fue Abraham quien engendró a Itzjak (Midrash Agadá Bereshitm 25:19 y también Rashi). Quizás nuestros Sabios sintieron cuán difícil fue para Itzjak independizarse de la imagen de su padre. Varias veces dentro de esta parashá encontramos a Itzjak imitando el comportamiento de Abraham. Sus resultados, sin embargo, son menos exitosos. La imitación de los éxitos de la generación precedente no es una garantía de buenos resultados en esta generación.

La relación de dependencia que Itzjak tenía con su padre, o bien la dificultad de Abraham de dejar que su hijo de la vejez se desarrolle en libertad, obstaculizaron la marcha independiente de Itzjak. ¿Quién sabe? ¿Quizás el relato del sacrificio de Itzjak simbolice la inmolación del hijo dependiente en el altar del padre sofocante? Y Dios le dice: “¡Déjalo andar!”

Una enseñanza para todas las generaciones.

Luego vemos a los hermanos Esav y Iaakov confrontándose a la difícil impronta que les impusieron sus padres: los nombres, que fijan un comportamiento; la preferencia, que fija un comportamiento. Los nombres: Esav, un hombre de acción (esav-aso = alef-samaj-vav = hacer), un hombre de trabajo manual. Una persona práctica carente de todo pensamiento, reflexión o análisis, carente de toda capacidad de evaluar. Es un hombre del aquí y ahora: hace o muere. Y Iaakov, una persona que logra su meta de manera indirecta: acecha [okev], esquiva [okef] , sigue de cerca [meaqev], obstaculiza [meakev]. Ambos imitan lo que sus padres establecieron para ellos y todos, padres e hijos, se internan en una seria de acciones-errores que no hacen más que eternizar la dificultad de reconocer el valor y la diferencia de cada uno y el valor de la diferencia de cada uno.

También ésta es una enseñanza para todas la generaciones.

Tomará dos parshiot, veintiún años y mucho sufrimiento de ambos lados (principalmente del de Yaakov) hasta que los hermanos lleguen al punto de independizarse de la repetición de la impronta parental… y se encuentran, y se rencuentran, y se conocen, y se reconocen… pero las heridas y las cicatrices van a perdurar.

Todos querían lo mejor para sus hijos. Pero no siempre veían a sus hijos. En realidad, se veían a sí mismos reflejados en sus hijos, olvidando que “toldot”, generaciones, se refiere a “hacia adelante” y no “hacia el pasado”. Se refiere a “damos, guiamos, mostramos, enseñamos… y ustedes sigan su camino sin imitar”.