Archivo por meses: diciembre 2014

Parshat Vaigash

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Nuestra parashá contiene un extraño y corto diálogo entre el Faraón y nuestro patriarca Iaacov:

Dijo Faraón a Iaakov: ‘¿Cuántos son los días de tu vida?’. Iaakov le respondió: ‘Los días  de mi morada son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de mi vida, y no han llegado a los días de la vida de mis padres en los días de su morada”. (Gen. 47:8-9). Una respuesta sorprendente para una pregunta en apariencia inocente del Faraón.

Iaakov hace una diferencia entre “vida” y “morada”, si bien la pregunta no apuntaba a eso. Rabí Itzjak Karo, en su comentario “Toledot Itzjak” dice que “morada” se refiere a las vueltas de la vida (“megurim” [=morada] se relaciona con “guerut”, ser extranjero y errante). “Vida”, por otro lado, se refiere a una buena vida. Iaakov deambula como extranjero y los días aparentemente buenos no lo fueron realmente. Rabí Shimshon Rafael Hirsch explica que “vida” es la época en la que se cumple una tarea significativa, mientras que “morada” es la vida en general. Nuestro patriarca siente que su tarea significativa en la vida ha sido pequeña y mala.

Iaakov dice que los días de su vida han sido malos. ¿Malos? ¡Obtuvo una gracia divina que sólo unos pocos elegidos merecen! Logró sobreponerse a muchos obstáculos y a renovar su alma. ¡Por ello Dios le cambió el nombre por Israel! Huyó sin nada y regresó rico y poderoso. Hizo la paz con su hermano y logró asentarse en la tierra de sus padres. Crió doce hijos que siguieron sin excepción el camino de sus patriarcas y fueron fieles a Dios. ¡Ni Abraham ni Itzjak lograron cumplir esta meta! (como prueba están Ishmael, Zimrán, Iokshán, Medán, Midián, Ishbak, Shuaj y Esav). Rencontró a su hijo amado, que consideraba muerto.

¿Acaso Iaakov no es consciente de sus logros? Sí que lo es, los conoce muy bien. Hasta agradece a Dios por ellos: “Pequeño soy para toda la bondad y la veracidad que has prodigado a Tu servidor” (Gen. 32:10). Pero el dolor que hay en su alma no puede ser calmado con los datos positivos de su vida. Hay una diferencia casi abismal entre lo que se ve desde afuera y lo que la persona siente y vive desde adentro. Iaakov tiene una profunda sensación interna de que está mal. Si para convencerlo de que, en realidad, está bien se le muestran todos sus logros, no se hace más que decirle que su sensación no es correcta. ¡Pero él siente algo muy fuerte y manifiesto! Alentarlo de esta manera sólo acrecienta la brecha entre sus mundos interno y externo. Sólo le causa más dolor.

“Pocos y malos han sido los días de mi vida”. Solamente a partir de este punto, y no desde el intento de contradecirlo, es que se le puede ayudar a Iaakov a ver de manera distinta su vida y su alma. Sólo si comprendemos verdadera y sinceramente esta posición dolorosa podremos ayudar a quien nos diga, como Iaakov: pocos y malos han sido los días de mi vida.

Parshat Vayigash

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We find in our parashah a short and strange dialogue between Yaakov and Pharaoh:

Pharaoh said to Jacob: ‘How many are the days of your life?’ Jacob said to Pharaoh: ‘The days of my sojourning are a hundred and thirty years. Few and bad have been the days of my life, and they have not attained to the days of the life of my fathers in their sojourning.’ ” (Gen. 47:8-9). This is a surprising answer to an apparently innocent question.

Yaakov states a difference between “life” and “sojourning”, even though he has not been asked that way. Rabbi Yitzhak Karo, in his commentary “Toledot Yitzhak” explains that “sojourning” refers to the wandering in life (“megurim” [=sojourning] is close to “guerut”, being a stranger and a wanderer), while “life” refers to good life. Yaakov wanders in life and even the time regarded as good was not actually that good. Rabbi Shimshon Raphael Hirsch explains “Life” as the time when there is a meaningful task to fulfill, while “sojourning” means life in general. Yaakov feels that his task in life was little and not good.

He says the days of his life were bad. Bad? He benefited from divine grace in a way only a few chosen merit! He overcame many difficulties and rebuilt himself. That’s why God changed his name into Israel! He run away with nothing and came back rich and strong. He made peace with his brother and succeeded in settling in his father’s land. He grew twelve children all of whom followed the paths of his forefathers, remaining faithful to God. This is a task in which both Avraham and Yitzhak did not succeed! (Yishmael, Zimran, Yokshan, Medan, Midian, Yishbak, Shuah and Esav are the evidence). He found his beloved son, whom he believed dead.

Isn’t Yaakov aware of his success in life? He is, indeed; he knows it very well. He even thanks God for this: “I am not worthy of all the mercies, and of all the truth, which You has shown unto Your servant” (Gen. 32:11). Nevertheless, these positive facts in his life are not enough to calm the pain of his soul. There is an unfathomable difference between what others see from the outside and what a person feels and experiences form the inside. Yaakov has a deep internal feeling that his life is bad. Trying to convince him that he is all right by showing him his achievements, is tantamount to tell him his feeling is not correct. But his feeling is strong and true! This kind of encouragement only increases the breach between his internal and external worlds. This only causes him more pain.

Few and bad have been the days of my life”. It is from that point onwards, and not going against this statement, that one can help Yaakov to take a different look at his life and at his soul. Only by understanding this painful position we can help whoever expresses, like Yaakov: Few and bad have been the days of my life.

Parashat Miketz

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A Shimón, no se lo escucha.

Iosef, el importante visir de Egipto, fuerza a sus hermanos a dejar a uno de ellos como rehén y elige a Shimón. Aparentemente, no hay quejas, ni oposición, ni súplica de los hermanos o de Shimón.

Cuando los hermanos, hace trece años, arrojaron a Iosef al pozo tampoco oímos ninguna queja, ni clamor, ni súplica. Iosef también calló.

¿Fue realmente así?

En nuestra parashá descubrimos finalmente que Iosef sí clamó, sí suplicó a sus hermanos… pero ellos no lo escucharon: “Somos culpables por nuestro hermano,  vimos su angustia cuando clamó a nosotros pero no escuchamos” (Gen 42:21). ¿Por qué la Torá no nos dijo en la Parashá Vaiéshev que Iosef habló y suplicó?  Quizá para que nosotros sintiéramos directamente la indiferencia de los hermanos. Iosef clama y nosotros, al igual que sus hermanos, no lo oímos. La Torá nos transmite su enseñanza de manera vivencial y dura.

Quizás Shimón también implore y clama, pero ellos no están dispuestos a escucharlo.

La dificultad de escuchar, la dificultad de aceptar la voz del prójimo, es un tema central en las relaciones entre los hijos de Iaakov.

En este momento, rememoran frente a Iosef el clamor del hermano menor que arrojaron al pozo y a quien no quisieron oír. Hablan entre ellos y aún hacen caso omiso a la presencia del otro. Iosef oye, Iosef entiende, y ellos no lo toman en cuenta, ya que suponen que no los comprende. Y si no comprende, no tiene importancia. ¡Hablemos frente a él sin tenerlo en cuenta!

Iosef, en cambio, está atento a los problemas de los demás. Está atento al prójimo y abierto a oír (escuchar y comprender). Es por ello que tiene la capacidad de interpretar sueños, que son la lengua oculta de Dios y del alma.

Los hermanos están ocupados cada uno en sí mismo y no están disponibles espiritualmente para darle al prójimo un espacio existencial: Iosef está allí y ellos no lo reconocen. Shimón está allí, pero ellos no lo oyen. Iaakov exclama: “Ustedes me están dejando sin hijos. ¡Iosef ya no está con nosotros, ni Shimón tampoco, y ahora van a llevarse a Biniamin!” (Gen 42:36), mas los hijos no son capaces de entender su demanda. ¡A tal punto que Reuvén propone agrandar el daño!: “Puedes matar a mis dos hijos”… ¡son los nietos de Iaakov! ¡En lugar de tres, Reuvén propone agrandar la pérdida a cinco!

La prueba de Iosef los obliga a sentir en carne propia lo que es no ser escuchado. Ellos le dicen quiénes son y cuáles son sus intenciones, pero él hace como si no escuchara y decide que son espías: “Nosotros, tus siervos, nunca hemos sido espías… Somos doce hermanos, hijos de un buen hombre” (Gen 42:11-13) Ninguna explicación es válida: “¡Tal como les dije! ¡Ustedes son espías!” (Gen 42:14). Ellos sienten la desesperanza de aquél que habla y no es oído.

La larga y difícil prueba que Iosef los obliga a pasar, produce en ellos una revolución espiritual y les hace comprender lo que no habían entendido hasta ahora. Comienzan a escucharse los unos a los otros, salen de la burbuja que los mantenía aislados y son capaces ahora de ver la existencia del otro.

Esta revolución espiritual es la base del desarrollo del pueblo de Israel, el pueblo que está preparado a recibir la Torá, a oír la voz de Dios, a elevar la existencia de la humanidad a un nivel de respeto positivo y a leer, por la noche y por la mañana, para escuchar y comprender.

Parashat Vaieshev

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Generalmente, le damos poca importancia a las pequeñas acciones y a las palabras dichas al pasar. Como si no tuvieran influencia. Como si consecuencias cruciales dependieran sólo de hechos importantes y reflexionados. Como si los cambios drásticos de la historia estuvieran solo en manos de personas famosas, experimentadas y conocidas en el área en donde se produce el gran cambio. Esta es una opinión bastante difundida.

Nuestra parashá nos muestra una realidad diferente. Mucho más trivial, mucho más cotidiana, mucho más “nuestra”. Una realidad que parece casual… aunque no lo es.

Iaakov envía a Iosef a buscar a sus hermanos, que sacaron a pastar el ganado de su padre en Shejem. Iosef no los encuentra. Deambula por la zona pero no logra ver a dónde fueron.

Hasta aquí, se trata de una situación que podría también sucedernos a nosotros: quedamos en encontrarnos con alguien en un lugar, pero nos desencontramos. ¿Qué hacemos? Esperamos, buscamos y después de un cierto tiempo, nos vamos. Esta vez no nos vimos; ya lo haremos ulteriormente.

En la Parashá, sin embargo. Iosef se topa con un hombre anónimo, cuyo único rol es preguntarle “¿qué precisas?” Es decir, “¿Se te perdió algo? ¿Te perdiste? ¿Puedo ayudarte?” Un hecho cotidiano, sencillo, amable pero sencillo. Una acción realizada por una persona anónima. Un hecho que no debería ser la base de una revolución sustancial. “Fueron a Dotán”, ése es todo el aporte que este hombre anónimo hace al relato.

¿Realmente?

Pues bien, si este hombre no se hubiera interesado en Iosef y no le hubiera dado esa información casi trivial, Iosef no hubiera sido vendido a Egipto, ni hubiera llegado a ser visir, ni hubiera traído a su padre y a sus hermanos a la diáspora en
Egipto; nosotros no hubiéramos caído en la esclavitud en una tierra extraña, ni hubiéramos sido rescatados, ni hubiéramos recibido la Torá en el monte Sinaí, ni hubiéramos entrado en la Tierra Prometida y nuestra esclavitud no hubiera sido ejemplo y base de mitzvot tan fundamentales para la civilización judía como Shabat, amor al prójimo, respeto por el esclavo y pago de indemnización por la esclavitud, justicia judicial, justicia para los desprotegidos, justicia social y ayuda al necesitado.

Es por este hombre anónimo y su ínfima acción que nuestra historia se desarrolló como se desarrolló.

El Santo Bendito es Él ya le había dicho a Abraham que su simiente sería esclava en una tierra extraña y que Él redimiría a sus descendientes. Pero en esa ocasión no determinó ni el lugar, ni el tiempo, ni la forma en que se desarrollarían los hechos, quiénes exactamente estarían implicados y cómo reaccionarían. Todo esto estaba en manos de los seres humanos.

Y ese hombre anónimo, con su acción trivial, cambió la historia.

Todos nosotros somos ese hombre anónimo: jamás debemos despreciar la importancia de lo que cada uno de nosotros puede hacer y no hemos de olvidar la potencia de nuestras palabras: su fuerza constructiva y su poder de destrucción.

Parshat Va-Ishlaj

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Llegamos a lo de tu hermano Esav y él también viene hacia ti junto con cuatrocientos hombres” (Génesis 32:7 (6) )

¿Qué transmitieron, de hecho, los enviados de Iaakov? Una conocida interpretación dice que Esav iba en pie de guerra: “Llegamos a lo de tu hermano, pero él se comporta como Esav, quien te odia” (Bereshit Raba, Pseudo-Ionatán, Rashi, Radak). Otros consideran que el informe se limitó a los hechos mismos: “Él viene a verte al igual que tú vas a verlo a él” (Ibn Ezra, Najmánides). Otros exégetas ven aquí la alegría del rencuentro: “Esav llega con un gran cortejo para recibir a su hermano con alegría y fanfarria” (Rashbam, Jizkuni).

¿Cómo se ha de transmitir una noticia? ¿Cómo se le da a alguien el mensaje de un tercero?

Si bien no hay una sola manera, no hay un método único, existen tres características básicas que deben ponerse en juego: visión objetiva, empatía y control de la sensibilidad emocional.

Visión objetiva: basarse en hechos, sin agregar u omitir datos.

Empatía: intentar comprender lo que siente quien recibe la noticia, sin comprometerse afectivamente. Los afectos y las emociones pueden llevarnos a no comprender los sentimientos de nuestro prójimo y a ocuparnos, más bien, de nuestros propios sentimientos, reaccionando sólo según ellos.

Control de la sensibilidad emocional: comprender los procesos afectivos por los que pasamos para evitar la intromisión de nuestros sentimientos. Nuestros sentimientos pueden llevarnos ya a reaccionar de manera fría y distante (pues la noticia nos resulta insoportable), ya a la sobreexcitación, o bien a decidir no revelar información que nos resulta dura (consideramos que revelarla sería una crueldad para con el oyente). En otras palabras, nuestros sentimientos nos impiden comprender los sentimientos del otro, encandilan nuestro espíritu y pueden llevarnos a reaccionar de manera paternalista (“mis sentimientos saben mejor lo que él o ella necesitan”). Por otro lado, no debemos ni anular ni neutralizar nuestros sentimientos, ya que el desafío aquí es controlarlos.

Estas tres características deben conjugarse al transmitir una noticia, ya sea buena o mala. Si ponemos en acción tan sólo una de ellas, corremos el riesgo de transmitir un mensaje incorrecto, inapropiado y cuyas consecuencias pueden ser desastrosas; aún teniendo la mejor de las intenciones… como los envidos de Iaakov.

Ellos fallaron en dos de las tres características. Fueron objetivos en su informe, pero no fueron empáticos, ni midieron el alcance de sus sentimientos. Describieron hechos sin tomar en cuenta la situación de Iaakov, su difícil relación con Esav, sus miedos, la amenaza de muerte por la que tuvo que huir del lugar al cual está regresando ahora. Quizás sintieron que sería mejor que Iaakov no regresara a su tierra. Quizás estaban llenos de inquina contra Esav. Quizás intentaron no influir sobre Iaakov y sólo se limitaron a algo objetivo. Sea como fuere, no pusieron en juego una sensibilidad emocional acorde a la situación de Iaakov.

Sólo transmitieron hechos desprovistos de contexto. Una hiperobjetividad, que de hecho no fue objetiva, ya que omitió el contexto, que forma parte integral de la realidad.

Así, dieron lugar a que los miedos y las sospechas de Iaakov tiñeran la información con gamas de destrucción y perdición. Lo invadió la angustia del ayer, impidiéndole juzgar la realidad actual, realidad que es totalmente diferente.

No es fácil poner en marcha estas tres características para transmitir una noticia. Difíciles en especial son la empatía y el control de la sensibilidad emocional. Empero, renunciar a ellas es equivalente a desentenderse de la enorme responsabilidad de ser emisario.