Pésaj se acerca y los trabajos de limpieza ya han comenzado: Hay quienes limpian, hay quienes piensan en limpiar y hay quienes tan sólo saben de la existencia de aquellos que hacen una limpieza de Pésaj. Sea como fuere, el tema del jametz, del fermento de cereal, es central en esta fiesta, ya que “Se comerá ázimo en estos siete días, ni fermento de cereal ni masa madre se verá dentro de tus fronteras” (Exod. 13:7)
¿Por qué es tan fundamental deshacerse del jametz en una fiesta que nos recuerda la libertad, nuestra liberación de la esclavitud de Egipto?
El fermento de cereal simboliza dos principios esenciales relacionados con la libertad. Tan esenciales son que no es suficiente con tan sólo recordarlos: necesitamos de una acción concreta que los arraigue profundamente en nuestras almas.
En primer lugar, el jametz representa a la cultura egipcia. Egipto era conocido en la antigüedad como la tierra del pan leudado y de la cerveza. El proceso de fermentación de los granos de cereal o de la masa requiere de una pericia peculiar para lograr un producto refinado. Este proceso debe ser controlado para evitar que la masa se arruine y se pudra. Los egipcios eran expertos en este proceso y hay quienes sostienen que, en realidad, fueron los inventores de la técnica. La Dra. Tova Dickstein nos recuerda que el historiador griego Heródoto llamaba a los egipcios “consumidores de pan” (“A new look at Hametz, Matza and everything in between”, sitio web de Ne’ot Kedumim). Aparentemente ése era el mote que tenían los egipcios en el mundo antiguo (H.E. Jacob, “Seis mil años de pan”).
El jametz, el fermento de cereal, tiene pues una íntima relación con Egipto. Se podría decir que es la marca distintiva de esa antigua civilización. Así es, Egipto era conocido por su pan ¡y no por sus pirámides! Evitar el jametz implica desvincularse de la cultura egipcia y adquirir la libertad, independizarse, para establecer y desarrollar una cultura diferente.
Pero, si es así, ¿por qué no evitamos el jametz completamente, en lugar de solamente siete días al año? Pues porque es un símbolo y no es la cosa misma. Evoca algo que debemos recordar cada tanto para evitar que eclipse en la indiferencia creada por la rutina.
Más aún, libertad no significa desdeñar otra cultura, sino independizarse de ella. La cultura egipcia tenía muchos componentes positivos, así como también elementos negativos tales como la esclavitud a la que nos sometieron. Tomamos lo positivo y rechazamos lo negativo. La inclusión del jametz durante el año y su rechazo durante Pésaj nos enseña de manera ostensible la esencia de la emancipación de una cultura extraña y opresora, al igual que el beneficio de realzar los aspectos positivos de la misma.
En segundo lugar, el jametz simboliza la espera. Hay veces en las que es importante esperar, pero en otras ocasiones puede significar perder la oportunidad. Si nuestros ancestros hubieran esperado, en lugar de salir de Egipto cuando Dios les dio la oportunidad, nunca habríamos sido puestos en libertad. En hebreo hay un verbo especial para expresar “perder la oportunidad”: lehajmitz. Deriva, justamente, de jametz y rabí Ioshía dice: “Así como no debes dejar leudar la matzá, tampoco debes dejar leudar [=desaprovechar] una mitzvá; debes cumplirla tan pronto como se te presente la oportunidad” (Mejilta deRabi Ishmael – Bo, Masejta de-Pisja 9). Se trata de una espera negativa, que causa pérdida y destrucción. Evitar el jametz durante los siete días de la Fiesta de la Libertad nos recuerda que hay ciertas oportunidades en las que corremos el riesgo de perder todo si nos demoramos y tan sólo aguardamos.
La desvinculación de una cultura extraña para poder emanciparse de ella, así como aprovechar el momento apropiado para no perder la oportunidad: éstos son dos conceptos fundacionales y esenciales de la civilización judía. Ambos están relacionados con el jametz, el fermento de cereal, y con separarnos de él en vísperas de Pésaj.