Parshat Vaigash

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Nuestra parashá contiene un extraño y corto diálogo entre el Faraón y nuestro patriarca Iaacov:

Dijo Faraón a Iaakov: ‘¿Cuántos son los días de tu vida?’. Iaakov le respondió: ‘Los días  de mi morada son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de mi vida, y no han llegado a los días de la vida de mis padres en los días de su morada”. (Gen. 47:8-9). Una respuesta sorprendente para una pregunta en apariencia inocente del Faraón.

Iaakov hace una diferencia entre “vida” y “morada”, si bien la pregunta no apuntaba a eso. Rabí Itzjak Karo, en su comentario “Toledot Itzjak” dice que “morada” se refiere a las vueltas de la vida (“megurim” [=morada] se relaciona con “guerut”, ser extranjero y errante). “Vida”, por otro lado, se refiere a una buena vida. Iaakov deambula como extranjero y los días aparentemente buenos no lo fueron realmente. Rabí Shimshon Rafael Hirsch explica que “vida” es la época en la que se cumple una tarea significativa, mientras que “morada” es la vida en general. Nuestro patriarca siente que su tarea significativa en la vida ha sido pequeña y mala.

Iaakov dice que los días de su vida han sido malos. ¿Malos? ¡Obtuvo una gracia divina que sólo unos pocos elegidos merecen! Logró sobreponerse a muchos obstáculos y a renovar su alma. ¡Por ello Dios le cambió el nombre por Israel! Huyó sin nada y regresó rico y poderoso. Hizo la paz con su hermano y logró asentarse en la tierra de sus padres. Crió doce hijos que siguieron sin excepción el camino de sus patriarcas y fueron fieles a Dios. ¡Ni Abraham ni Itzjak lograron cumplir esta meta! (como prueba están Ishmael, Zimrán, Iokshán, Medán, Midián, Ishbak, Shuaj y Esav). Rencontró a su hijo amado, que consideraba muerto.

¿Acaso Iaakov no es consciente de sus logros? Sí que lo es, los conoce muy bien. Hasta agradece a Dios por ellos: “Pequeño soy para toda la bondad y la veracidad que has prodigado a Tu servidor” (Gen. 32:10). Pero el dolor que hay en su alma no puede ser calmado con los datos positivos de su vida. Hay una diferencia casi abismal entre lo que se ve desde afuera y lo que la persona siente y vive desde adentro. Iaakov tiene una profunda sensación interna de que está mal. Si para convencerlo de que, en realidad, está bien se le muestran todos sus logros, no se hace más que decirle que su sensación no es correcta. ¡Pero él siente algo muy fuerte y manifiesto! Alentarlo de esta manera sólo acrecienta la brecha entre sus mundos interno y externo. Sólo le causa más dolor.

“Pocos y malos han sido los días de mi vida”. Solamente a partir de este punto, y no desde el intento de contradecirlo, es que se le puede ayudar a Iaakov a ver de manera distinta su vida y su alma. Sólo si comprendemos verdadera y sinceramente esta posición dolorosa podremos ayudar a quien nos diga, como Iaakov: pocos y malos han sido los días de mi vida.

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